La enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) es la tercera causa de muerte en el mundo. La OMS calcula que en 2019 ocasionó 3,23 millones de defunciones de las cuales el 80% se registraron en países de ingresos medios y bajos.
La contaminación del aire de interiores y la exposición ocupacional a polvos, humos y productos químicos son factores de riesgo importantes, pero nada comparable al hábito tabáquico. Los diagnósticos y tratamientos precoces que incluyen la ayuda para dejar de fumar son imprescindibles para evitar la progresión de la patología entre cuyos síntomas más destacados están la disnea, la tos y la expectoración, que son persistentes y progresivos.
Tradicionalmente, al tener mayor prevalencia se ha asociado más a hombres. Sin embargo, mientras que en hombres ha aumentado poco desde finales del siglo XX, en mujeres casi se ha triplicado en el mismo periodo de tiempo. Además, en el colectivo femenino, existe una mayor sintomatología, impacto en la calidad de vida y comorbilidades asociadas, muy especialmente de enfermedades cardiovasculares.
Los últimos datos del estudio EPI-SCAN II sobre prevalencia de la EPOC en España indican que el 10,8% de los españoles mayores de 40 años padecen esta patología respiratoria, que sigue siendo una gran desconocida, ya que la prevalencia es similar a la de la diabetes. De los 10,8% de enfermos, el 5,1% son hombres y el 5,7% son mujeres. El mismo trabajo refleja que "el infradiagnóstico general se sitúa en torno al 74%, pero en mujeres la cifra es superior al 80%".
El hecho de que la enfermedad se manifieste de manera diferente en mujeres sería una de las razones de esta desigualdad. Varios factores parecen influir. En primer lugar, que las mujeres, por su perfil de cuidadoras, consultan menos, como ocurre con el resto de las patologías, a los que se le añade que la EPOC se acompaña de un cierto estigma debido a que la causa etiológica básica y mayoritaria es el consumo de tabaco. En este sentido, las mujeres tienen un componente diferente en el consumo de tabaco: las caladas son más profundas e intensas, interviene en mayor medida el componente ansioso o depresivo y, además, genéticamente están más condicionadas a que el tabaco les ocasione más daño que a los hombres ya que sus bronquios son más estrechos.
En la mujer, y según la neumóloga, la enfermedad se comporta, además, de una forma más parecida al asma, con mucha hiperreactividad y más sintomatología que la mujer suele minimizar. Pero, no hay que perder de vista que la EPOC tiene nombre de mujer.
Sin embargo, los nuevos abordajes y tratamientos ofrecen una perspectiva positiva. Se empieza a vislumbrar esperanza porque se observan reducciones en la mortalidad y no sólo por la EPOC sino también por la patología cardiovascular asociada. Los últimos estudios demuestran que la administración de ciertos fármacos disminuye la mortalidad por causas cardiovasculares –infarto de miocardio, insuficiencia cardíaca, arritmias-, mejorando parámetros como la hipertensión arterial o la diabetes, y por, tanto, como su calidad de vida global.
Los enfermos ya no fallecen por EPOC, si no que fallecen con EPOC. Está demostrado que después de una agudización grave de EPOC que requiere hospitalización se multiplica por cuatro el riesgo de infarto al mes.
En el caso de las mujeres, ahora hay más prevalencia de EPOC es porque éstas empezaron a fumar más tarde que los hombres y, en estos momentos, las mujeres más jóvenes fuman más que los hombres jóvenes. Pero, además, las bases fisiopatológicas que hacen que la enfermedad difiera entre hombres y mujeres se centra en que
- Las mujeres, en general, tienen un porcentaje más elevado de eosinófilos en sangre periférica y, por tanto, tienen una mayor inflamación y, por tanto, mejor respuesta a corticoides.
- Su estructura anatómica también influye: sus bronquios, al ser más pequeños, son más susceptibles de destrucción epitelial.
- Por último, genéticamente ‘no están preparadas’ y el tabaco hace más daño y produce mayor reacción sistémica.