El gran reto ante los jóvenes con adicciones es que no perciben los riesgos de consumir sustancias

Salud

  • lunes, 30 de octubre de 2023

Alcohol, tabaco y cannabis son las principales sustancias que consumen hoy en día los jóvenes y la edad de inicio de este consumo se sitúa en torno a los 14 años.

Uno de los mayores retos a los que se enfrentan los profesionales sanitarios y los familiares de los jóvenes con adicciones es que “la gran mayoría” no percibe los riesgos que entraña el consumo de sustancias como es  que se convierta en una adicción y que derive en el policonsumo, sumando sustancias como la cocaína, el éxtasis y las anfetaminas, tal y como explica el Dr. Álvaro Pico, psiquiatra y director médico del Centro San Juan de Dios de Ciempozuelos y de la Clínica Nuestra Señora de la Paz.

  • El perfil típico es el de un joven, entre los 16 y los 20 años, que acude a tratamiento por un problema de consumo de sustancias con varios años de evolución. Aquellos con rasgos impulsivos, dificultades relacionales y/o sintomatología afectiva suelen presentar una mayor vulnerabilidad. Según reflejan las encuestas Edades y Estudes, la mayoría se inician en el consumo de sustancias con 14 años, casi siempre a través del alcohol (75%), el tabaco (40%) y el cannabis (30%). Entre los que acaban desarrollando una adicción suele darse una progresión, entre los 14 y los 20 años, hacia el consumo de otras sustancias como el éxtasis y la cocaína. Ahora bien, un porcentaje alto desarrollan exclusivamente un problema con el consumo de alcohol o tabaco. Por ejemplo, tres de cada cuatro jóvenes, de 14 a 18, ha hecho al menos un atracón de alcohol en el último mes. 
  • En cuanto a la diferencia por sexos, los varones que acuden a tratamiento son más que las mujeres, en todas las franjas de edad. Por cada cinco hombres que buscan tratamiento, de media, solo lo hace una mujer. Esto se explica por varios factores: la prevalencia de adicciones es menor entre las mujeres, pero también presentan un mayor nivel de estigma y de discriminación que las disuade de reconocer que tienen un problema y, por ello, de buscar tratamiento.

Aunque los datos de prevalencia desglosados por edad resultan escasos, los datos disponibles nos indican que las drogas legales, alcohol y tabaco, son las sustancias que se asocian a mayores niveles de adicción entre los jóvenes. De las sustancias ilegales, el cannabis es, con mucha diferencia, la sustancia más consumida entre los jóvenes y, por tanto, la que se asocia a una mayor prevalencia de adicción.

Para la detección precoz del problema es importante que

  • El entorno del adolescente esté atento a su conducta y pueda reconocer algunas señales de alarma. Entre los jóvenes que acuden en busca de tratamiento se suele dar el consumo de otras sustancias, como la cocaína, el éxtasis o las anfetaminas, en combinación con el alcohol, el tabaco y el cannabis. Este “policonsumo” es la forma habitual de presentación en la práctica clínica. Una etapa tan compleja como la adolescencia puede ser un obstáculo para percibir el riesgo ante una adicción, ¿qué estrategias ayudan a familiares y cuidadores a detectar el problema y pedir ayuda profesional? Hay señales de alarma como:
    • Aparición súbita de problemas de conducta en la casa o en el colegio (por ejemplo, una bajada brusca del rendimiento o absentismo)
    • Los cambios de humor marcados
    • El abandono de aficiones o de actividades habituales y del autocuidado
    • Aislamiento
    • Cambio en el patrón de sueño y apetito.
    • En algunos casos también se dan cambios en la apariencia física, alguno de ellos súbitos como ojos rojos o pupilas dilatadas y otros más graduales, como la pérdida de peso.
  • Tener presente que ninguna de estas señales es, por sí misma, sugestiva de una adicción y pueden presentarse también en los jóvenes por otras circunstancias, incluso asociadas al normal desarrollo. Por ello, ante la sospecha de una adicción o de un problema de salud mental, lo más recomendable siempre es buscar la ayuda de un profesional para que pueda llevar a cabo una evaluación exhaustiva de la situación.
  • Fomentar una comunicación abierta con los jóvenes, desde la adolescencia temprana, en lo que tiene que ver con el consumo de sustancias, hablando de la existencia de las drogas y de los riesgos que entraña su consumo.
  • Sería muy recomendable un trabajo de formación a los profesores y educadores en los problemas de salud mental y de adicciones, así como el desarrollo de programas específicos de carácter psicoeducativo y de prevención, desde etapas tempranas que ayuden tanto a profesores, alumnos como a familias.

Una vez detectada la adicción, ¿qué actuaciones llevan a cabo desde la consulta?

Las primeras actuaciones son, realizar una evaluación individualizada en la quese incluiya al joven y a su familia. Se trata de identificar conductas que integran el problema adictivo y, a su vez, realizar un análisis pormenorizado de las variables que controlan su aparición y mantenimiento, así como las consecuencias y el alcance de las mismas. Esta evaluación permite establecer un diagnóstico y los objetivos concretos de la intervención, en la que se deberá trabajar con el adolescente y su familia/entorno. Muchas veces, en el caso de los jóvenes, una de las primeras áreas sobre las que hay que trabajar es la conciencia del problema y la motivación hacia el cambio de la conducta. Para ello, es fundamental ayudar a reconocer los problemas que está conllevando el consumo, los riesgos a los que se expone, así como la pérdida de bienestar que está protagonizando.

La intervención se lleva a cabo en función de la complejidad del caso. Desde un trabajo individual en consulta, ya sea de psiquiatra o psicólogo clínico (o combinado) hasta en casos más graves y/o complejos de un equipo multidisciplinar con psiquiatría, psicología clínica, enfermería, terapeutas ocupacionales, trabajo social, etc.; individualizando el tratamiento en función de las características de cada paciente en particular y con el binomio paciente-familia como eje de la intervención. Lo que se intenta es conseguir que la persona pida ayuda cuanto antes. Este paso indica que ya ha tomado conciencia de la gravedad del problema y de la necesidad de ayuda. De hecho, una parte fundamental del tratamiento específico se basa en la prevención de las recaídas y el manejo de las mismas, si estas aparecieran. A partir de aquí, deberá reevaluarse la situación y trazar el abordaje más adecuado para alcanzar, con la mayor brevedad, una nueva fase de abstinencia.

El consumo de tabaco y alcohol entre los jóvenes ha disminuido ligeramente a lo largo de las últimas tres décadas, aunque se mantiene en niveles elevados, frente al cannabis y los hipnosedantes (benzodiacepinas) que han aumentado de forma considerable. Otras sustancias, como la cocaína y el éxtasis, se han mantenido en niveles similares. Este aumento puede atribuirse a varios factores. Uno de ellos es el aumento en la disponibilidad. Otro factor relevante es la percepción de riesgo: cuando consideran que el riesgo asociado al consumo de una sustancia es bajo, tienden a experimentar con ella con mayor facilidad. A otros niveles, la propia sociedad nos lleva a la búsqueda del placer rápido, así como al alivio del malestar mediante fármacos y sustancias, lo que hace que en la adolescencia esta conducta se reproduzca y adapte en función de las posibilidades que encuentre más accesibles.

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