La obesidad es una enfermedad compleja para su valoración y tratamiento. Está claro que la evaluación de toda persona con obesidad debe ser integral, desde establecer los determinantes que favorecen la ganancia de peso, pasando por la revisión antropométrica, hasta el diagnóstico de cualquier complicación asociada a la obesidad.
Una gran parte de la valoración clínica para una persona que vive con obesidad debería ser la búsqueda de complicaciones. La obesidad se asocia al riesgo de desarrollar múltiples trastornos metabólicos (prediabetes, diabetes, dislipidemia, hipertensión, esteatosis hepática), incremento en el riesgo cardiovascular, apnea del sueño, trastornos del estado del ánimo e incluso neoplasias, sin embargo, existen otras complicaciones comunes que poco se valoran y que pueden generar gran morbilidad en nuestros pacientes.
1. Impactos en la salud reproductiva.
El síndrome de ovario poliquístico es una de las entidades más frecuentes en mujeres en edad reproductiva. Se calcula que entre 40% y 80% de mujeres con la enfermedad presentan sobrepeso u obesidad. La relación entre el síndrome de ovario poliquístico y la obesidad es íntima, cuyo vínculo podría ser la resistencia a la insulina; esta patología puede impactar la salud reproductiva de una mujer, generando desde irregularidades menstruales hasta infertilidad.
Es esencial evaluar la historia menstrual, así como realizar una búsqueda intencionada de datos de hiperandrogenismo asociados al síndrome de ovario poliquístico, como hirsutismo o acné. En el hombre la obesidad está asociada a mayor riesgo en el desarrollo de hipogonadismo secundario (nueve veces más con relación a las personas sin obesidad). Si bien el mecanismo fisiopatogénico no está aclarado en su totalidad, la obesidad favorece la reducción en los niveles de la globulina fijadora de hormonas sexuales, lo que disminuye los niveles de testosterona totales y también puede afectar la producción de gonadotropinas, incrementando así la deficiencia de testosterona. Por tanto, es necesario evaluar a pacientes con datos clínicos de hipogonadismo por medio de medición de sus niveles hormonales.
2. Osteoartritis.
El exceso de peso eleva el riesgo de osteoartritis tanto en articulaciones que soportan peso (rodillas o tobillos) como en las que no lo hacen (manos). La sobrecarga crónica del cartílago articular predispone al proceso inflamatorio persistente y la consecuente destrucción del cartílago. Una vez que esto ocurre no solo aparece dolor, sino limitación funcional que impacta en la posibilidad de realizar actividad física, un componente esencial del manejo holístico de la obesidad. La importancia de su evaluación radica en la posibilidad de tratar de manera adecuada con medidas no farmacológicas y farmacológicas e incluso en considerar los casos que requieran de procedimiento quirúrgico.
3. Incontinencia urinaria de estrés.
Diversos estudios muestran una relación entre el grado de obesidad y la aparición de incontinencia urinaria. El exceso de tejido adiposo, en particular el abdominal, podría ejercer mayor presión intravesical llevando a cambios urodinámicos, como mayor movilidad uretral, que favorecen la incontinencia. La incontinencia afecta la calidad de vida de la persona. Por este motivo es una de las entidades que deben reconocerse en el contexto de la obesidad.
4. Enfermedad por reflujo gastroesofágico.
Similar a lo ocurrido con otras complicaciones, la enfermedad por reflujo gastroesofágico es más prevalente conforme se aumenta con el grado de obesidad. En el aspecto fisiopatológico, al parecer la obesidad genera trastornos en la motilidad esofágica. También es posible que el aumento de la capacidad gástrica y el incremento de la presión intraabdominal contribuyan al desarrollo de la enfermedad facilitando el paso de jugo gástrico hacia el esófago. El mayor riesgo de una enfermedad por reflujo no diagnosticada o mal tratada es el desarrollo de esófago de Barrett o de cáncer esofágico.
5. Asma.
La asociación entre obesidad y asma ha sido confirmada tanto en poblaciones pediátricas como en adultos. Si bien existen diferentes fenotipos de asma, puede pensarse que el estado inflamatorio crónico de la obesidad perpetúe la inflamación de la vía respiratoria, que, sumada a los cambios mecánicos, como mayor resistencia a la vía aérea y la disminución del volumen pulmonar en la obesidad, contribuyen al empeoramiento del asma. Por tanto, una persona con obesidad que muestre síntomas compatibles con asma (episodios de disnea, tos, sibilancias) debe someterse a evaluación funcional con espirometría y prueba de reactividad.