En 2013, cuando el Departamento de Salud irlandés propuso una serie de medidas para reducir el consumo de alcohol y sus daños, el país tenía una de las tasas de consumo de alcohol más altas del mundo, con 14 litros de alcohol puro per cápita al año. Si bien esa tasa se redujo a 9,9 litros per cápita en 2023, las encuestas revelan que casi el 15 % de la población mayor de 15 años padece un trastorno por consumo de alcohol. Las tasas son mucho más altas en el grupo de edad de 15 a 24 años: un 37 % para los hombres y un 38 % para las mujeres.
En 2018, Irlanda aprobó la Ley de Salud Pública sobre el Alcohol con el objetivo de reducir el consumo de alcohol y sus efectos nocivos, retrasar el inicio del consumo de alcohol en niños y jóvenes, y regular el suministro y el precio del alcohol. Muchas de las 31 recomendaciones se habían suavizado al entrar en vigor en 2018. Sin embargo, el requisito de etiquetado se mantuvo intacto, a pesar de que la legislación secundaria tardó cuatro años más en aprobar la forma, el tamaño y las dimensiones de la etiqueta.
A partir de 2026, Irlanda se convertirá en el primer país del mundo en obligar legalmente a los productores de alcohol a incluir advertencias exhaustivas en sus productos. La cerveza, el vino y los licores deberán llevar una etiqueta en mayúsculas rojas que advierta: «EXISTE UNA RELACIÓN DIRECTA ENTRE EL ALCOHOL Y LOS CÁNCERES MORTALES» y «EL CONSUMO DE ALCOHOL CAUSA CÁNCER DE HÍGADO».
El consumidor tiene derecho a conocer los riesgos, pero la industria se empeña en minimizarlos y fingir que no existen o que son complejos. La aplicación de una etiqueta le resta algo de poder de marketing a la industria y lo devuelve al gobierno. El etiquetado forma parte de un paquete más amplio de intervenciones que Irlanda está implementando gradualmente. Por ejemplo, desde 2018, el país ha tomado medidas modestas para restringir la publicidad del alcohol, como prohibirla a menos de 200 m de escuelas y parques infantiles, así como en el transporte público. En respuesta, ha proliferado la publicidad de bebidas sin alcohol.
Hace casi 40 años, la Organización Mundial de la Salud (OMS) concluyó que el alcohol es cancerígeno para los humanos y, en las décadas transcurridas desde entonces, la investigación ha seguido apoyando esa conclusión, vinculándolo con múltiples tipos de cáncer, incluidos el de mama, hígado, boca, colon y garganta. Se estima que en 2020 se produjeron 740.000 casos de cáncer a nivel mundial debido al consumo de alcohol, y casi una cuarta parte se produjo en Europa. En 2023, la OMS y su correspondiente Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer emitieron una declaración en la que afirmaban: «También existe una clara evidencia de un mayor riesgo de cáncer por el consumo de alcohol leve o moderado. No se puede establecer una cantidad segura de consumo de alcohol para el cáncer».
El vínculo entre el alcohol y el cáncer está muy bien establecido, [pero] no ha sido objeto de campañas de salud ni un mensaje recogido por los gobiernos.
En este sentido, Irlanda está dando un gran paso adelante como gobierno para llamar la atención pública sobre este tema. Si bien se trata de cambiar los hábitos de consumo de alcohol, lo principal es lograr que la gente piense sobre el alcohol de forma diferente. Creo que el gran poder de las etiquetas reside en que, al marcar algo como no seguro, se empieza a cambiar la conversación cultural sobre el producto, y esa es precisamente la razón por la que la industria se opone firmemente a las etiquetas.
Sin embargo, cada vez más países están abordando los riesgos de cáncer asociados al alcohol. A principios de este año, el Director General de Servicios de Salud de EE. UU. solicitó que las bebidas alcohólicas incluyan etiquetas de advertencia sobre los riesgos de cáncer. Corea del Sur cuenta con una etiqueta que advierte sobre el cáncer de hígado, pero los productores tienen la opción de elegir etiquetas alternativas que no mencionan el cáncer. Canadá, Noruega y Tailandia también están desarrollando advertencias sobre el cáncer. Noruega no cuenta con directrices sobre la cantidad de bebidas alcohólicas consideradas de bajo riesgo, ya que entiende que cero es el objetivo principal y ha prohibido toda publicidad de bebidas alcohólicas.
La larga campaña de Irlanda para conseguir etiquetas de advertencia en los envases de alcohol ha planteado la pregunta: si el vínculo entre el alcohol y el cáncer está tan bien establecido, ¿por qué la acción ha sido tan lenta?
Los expertos señalan el éxito que numerosos países han tenido en la lucha contra el consumo de tabaco —atribuido en gran medida a la implementación del empaquetado neutro, las advertencias sanitarias y la prohibición de la publicidad del tabaco— como un posible avance de las regulaciones sobre el alcohol. Sin embargo, si bien muchos países han experimentado importantes descensos en el consumo de tabaco, el vapeo se ha convertido en un problema importante. Asimismo, existe preocupación por el auge de las bebidas sin alcohol y con bajo contenido alcohólico, y si estos productos podrían ser una puerta de entrada al consumo de alcohol.